Para crecer, las plantas necesitan agua, tierra (nutrientes), aire (O2 y CO2), y fuego (luz solar). Por romantizar un poco. Los factores aire, agua y luz solar, son relativamente fáciles de proporcionar, aunque el riego también tiene sus retos. El factor de la tierra y los nutrientes, sin embargo, es un poco más delicado, y frecuentemente la raíz de los problemas en el huerto.
Lo que todos hemos aprendido en algún momento
EL SUELO
Aunque muchos lo perciban así de forma intuitiva, el suelo no es simplemente un recipiente de nutrientes que se va vaciando al plantar y llenando con el abonado. Esto podría ser una forma de verlo, pero para entender lo que pasa en el huerto y cómo mantenerlo sano, es importante entender un poco más cómo funciona la dimensión del suelo.
La tierra, en efecto, tiene nutrientes, un poco como lo imaginamos de forma intuitiva. Pero hay ciertos factores que facilitan o inhiben la disponibilidad de estos nutrientes para las plantas. Es decir, que no es sólo una cuestión de que los nutrientes estén o no presentes, sino que estos factores pueden impedir o fomentar que los nutrientes presentes en el suelo sean utilizados por las plantas. Por lo tanto, estos factores son aún más importantes que los nutrientes en sí. Comprendiendo su interacción, seremos capaces de reducir la necesidad de fertilizantes a largo plazo. Desarrollemos:
Microorganismos
Las plantas no son capaces de obtener todos los nutrientes que necesitan por sí solas. Para su absorción, dependen de microorganismos que viven en el suelo. Estos organismos tienen relaciones simbióticas (de beneficio mutuo) con las plantas:
Estas, segregan sustancias a través de las raíces (exudados) que nutren a los microorganismos. A cambio, estos organismos, ayudan a transportar y sintetizar nutrientes para las raíces, como se puede observar en este vídeo bajo el microscopio.
Hay microorganismos de muchas clases, pero para simplificar, digamos que son principalmente bacterias y hongos.
Los hay “beneficiosos” (los que forman parte del proceso simbiótico descrito y sin los cuales las plantas no podrían acceder a la nutrición necesaria) y los hay “basureros”. Los basureros no son malos, de hecho cumplen una función muy importante en la naturaleza (descomponer aquello que no se encuentre en un estado óptimo) pero nos queremos asegurar de que no proliferen en nuestro cultivo. Para asegurarnos de que los beneficiosos prevalezcan, hará falta mantener: un nivel de humedad razonable incluso cuando no tengamos nada plantado (mencionamos estrategias más adelante), un nivel de pH-redox adecuado, cantidades apropiadas de materia orgánica. Ahora hablamos de estas cosas, no te preocupes.
Humedad
El riego merecería varios artículos de por sí, y llegarán más adelante. Aquí sólo cabe mencionar que es vital mantener cierta humedad en el suelo para no perder a los microorganismos beneficiosos. Además, cuando dejamos que el suelo se seque, no sólo se evapora el H2O sino otros nutrientes importantes para la salud del suelo como son el nitrógeno o el carbono. Otra consecuencia de la evaporación es la oxidación y elevación del nivel de pH (que explicaremos más adelante). En contrapartida, un suelo demasiado encharcado también fomentará la aparición de microorganismos no beneficiosos, reducirá el suelo y su pH. Por último, algunos nutrientes, como el calcio, son absorbidos por las plantas por medio del agua, por lo que exceso o insuficiencia de humedad pueden causar desequilibrios nutricionales de forma indirecta. En resumen, el agua afecta a todos los demás parámetros
pH
Quizá suene algo complicado, pero no te preocupes, no vamos a entrar en profundidad en este sujeto. El pH es una medida del 1 al 14, donde el 1 representa un medio ácido, el 14 un medio alcalino, y el 7 un medio neutro. Todo lo que necesitas saber es que las hortalizas prefieren el pH del suelo entre 5,5 y 7, es decir, de ligeramente ácido a neutro. Este rango optimiza la disponibilidad de la mayoría de los nutrientes. Un pH fuera de ese rango, puede hacer que ciertos nutrientes estén bloqueados (es decir, no estar disponibles a pesar de estar presentes en la tierra). De la misma manera, ciertos nutrientes pueden estar “demasiado” disponibles, llegando a causar toxicidad o antagonismo con otros nutrientes. Con un pH por debajo de 5, por ejemplo, nos arriesgamos a que el hierro cause toxicidad en nuestras plantas.
Es recomendable medir el pH de la tierra que vayamos a empezar a cultivar (a no ser que lo hagamos en macetas o jardineras). Medir el pH es muy fácil hoy día. Se puede medir con un aparatito como este o con un kit de este tipo. Según donde te encuentres, la composición química de tu suelo lo podrá hacer más alcalino o más ácido de forma natural. Los suelos arenosos y secos tenderán a ser más alcalinos, mientras los suelos en zonas muy verdes y húmedas tenderán a ser más ácidos. Hay muchas excepciones a esta tendencia, pero suele ser útil.
Redox
Una medida complementaria al pH es el “redox”. Se refiere a reducción y oxidación. Es un parámetro poco conocido pero no por ello menos importante. Lo que debemos saber es que es inseparable del pH. Igual que este, tiene un rango ideal dentro del cual proliferan los microorganismos beneficiosos y están disponibles los nutrientes. No merece la pena entrar en números para el hortelano casero, ya que es una medida un tanto difícil de realizar hoy día, a diferencia del pH. Lo importante es conocer cómo funciona este parámetro en trazos generales:
OXidación: como mucha gente sabe, cuando exponemos el interior de una manzana al aire, esta se empezará a oxidar (el cambio de color a marrón). Esto es un proceso electro químico que sucede constantemente en el suelo, pero vamos a simplificarlo para introducir cómo se relaciona con nuestra práctica: la oxidación sucede cuando el suelo entra en contacto con el oxígeno. Esto puede ocurrir de varias maneras, pero las más comunes son la labranza y dejar el suelo seco. A veces, esto es positivo y necesario para la salud del suelo, en el caso de que el suelo esté muy compactado y encharcado, por ejemplo, lo cual tiende a reducir el suelo. La oxidación suele promover un incremento del pH
REDucción: en contrapartida, la reducción está ligada a la ausencia de oxígeno (versión simplificada). Si el suelo está encharcado o compactado, queda poco espacio para el oxígeno (anaeróbico), y esto causa que el medio se reduzca. En condiciones reducidas y anaeróbicas, proliferarán ciertos microorganismos que no beneficiarán a nuestras plantas. A su vez, el pH también se reducirá.
Esto es importante a tener en cuenta para entender que aunque midamos el pH en un momento dado, otros factores pueden hacer que el pH varíe en el tiempo. Además, si nuestro suelo tiene un buen equilibrio de redox, el nivel de pH será menos determinante.
Antagonismos
En el suelo, el exceso de un nutriente puede llevar al bloqueo de otro(s) nutriente(s), igual que ocurre en el cuerpo. Esto se puede dar de forma natural en suelos muy calcáreos, por ejemplo (con mucho calcio). También se puede dar por exceso de fertilización o si el nivel de pH se desequilibra, haciendo ciertos nutrientes “demasiado” disponibles. Puedes encontrar una lista detallada de antagonismos entre nutrientes en este sitio web
HOLISMO
Estos factores son inseparables y están en constante interacción. La buena noticia es que mantener todo esto en equilibrio es mucho más simple de lo que cabe imaginar, como veremos en artículos posteriores. Lo cierto es que tener un huerto sano ni siquiera requiere monitorear estos factores, pero si es importante a la hora de entender lo que está pasando desde la raíz del problema, y no caer en el error de tratar deficiencias o plagas de forma aislada, lo que nos hará más y más dependientes de ciertos productos. Recordemos que las plantas nunca sufren de déficit de pesticida.
Por supuesto que algunos suelos pueden tener ciertas deficiencias de forma natural, en el contexto de cultivar alimentos. Sin embargo, en muchos casos, los nutrientes están presentes pero no disponibles por algún desequilibrio en los factores mencionados previamente, por lo cual, lo más eficaz y eficiente, sobre todo a largo plazo, es equilibrar estos parámetros para que nuestras plantas tengan acceso a los nutrientes que ya están presentes.
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